Por: Ar Mendoza
Era jueves por la mañana, circulaba por la Avenida Camelinas de la capital michoacana, justo a la altura de los famosos cenadores, cuando me percaté que delante de mí había un camión urbano, guagua como le dicen en Cuba o buseta como le llaman en distintas partes de América Latina: había visto esos camiones, el mismo modelo y la misma ruta, desde que era un niño. Sin embargo, debo reconocer que nunca les presté particular atención a los detalles que quizá para algunos sean obvios.
De lo primero que me di cuenta, fue que no tenía ninguna placa que pudiera identificar a la unidad, ni siquiera una antigua o alguna que contara con un número matricular. Lo segundo, fue que literalmente quien se sube, se juega la vida, dadas las condiciones del colectivo. Y lo tercero, que emiten contaminantes atmosféricos a lo cabrón. De la poca o nula educación vial de los choferes, ya ni hablar…
En cuanto se puso el verde y avanzamos, le pregunté a mi colega y viejo amigo Ricardo que hacia las funciones de copiloto; por qué cada seis años nos exigían reemplacar, pero al transporte público ni lo topaban… desinteresado me contestó: ‘seguramente algún acuerdo tendrán’.
Al día siguiente, tuve que hacer varios trámites en el Centro Histórico de Morelia, generalmente tomo la combi cuando me dirijo para allá. Como ya era costumbre, la modesta ‘Urban’ iba a reventar. Dos, tres y hasta cuatro personas paradas, al borde de una lesión muscular, por no decirlo lo menos. Nunca he visto que un tránsito siquiera reprenda a los conductores… ya ni hablar de una multa o infracción.
Traigo a colación el tema, porque desde hace algunas semanas el gobernador del Estado de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, propuso la construcción de un metrobús en la capital; que conectaría Villas del Pedregal con el Centro Histórico, lo que sería fundamental para el desarrollo de la entidad, que pareciera atrapada en los años 90, en materia de transporte público y vialidades.
Sin embargo, los líderes transportistas de siempre se opusieron a esta obra, como se resistieron a la entrada de Uber y otras plataformas con el pretexto de que no estaban reguladas. La pregunta para ellos sería ¿sus unidades si están reguladas?, ¿son seguras para la ciudadanía?, ¿el ciudadano cuenta con un costo beneficio?. Las respuestas parecen ser obvias a todas luces.
Uno de los principales factores referentes al atraso que vive Michoacán en materia de transporte público, son los constantes conflictos entre el Estado y aquellas organizaciones que lo único que buscan es sacar ‘raja’ política o beneficios particulares; donde desafortunadamente el pueblo queda en medio de dicha problemática.
Finalmente, estimados lectores; debo decir claramente que el gremio transportista en Michoacán está rebasado y completamente fuera de lugar. Al final, pareciera ser que sólo es lo que ellos quieran, cómo ellos digan y cuando ellos manden. Sin intentar descubrir el hilo negro; me atrevo a decir que el atraso del transporte público en Michoacán recae totalmente en esta sintomatología.
Posdata: espero que una casa encuestadora seria pueda recabar las opiniones de los michoacanos para saber si están conformes con el transporte público y su modus operandi o definitivamente requiere una modificación de raíz.