Por Liz Gómez
La sobreprotección figura como una forma encubierta de rechazo hacia las personas, implica incapacitar a los hijos para realizar actividades rutinarias y otras que implican las exigencias de ser adultos. Los padres ven con mucha naturalidad solucionar cada situación sencilla o complicada por la que pasa el hijo, confirmando así que el hijo es un incapaz.
Ser un padre sobreprotector es darles más de lo que necesitan a sus hijos, es darles lo que no quieren e incluso darles lo que piden antes de tiempo, es decir, anticiparse. No poner límites, implica ser incapaces de darles un “no” como respuesta, aunado a esto, dentro de la consulta terapéutica he tenido la oportunidad de ver como rasgos adicionales de los padres que pasan por esta situación, padres que permiten que sus hijos les griten, los insulten, dejan que los maltraten, haciendo de sus hijos, personas dependientes, agresivos pasivos, injustos y poco conscientes.
Los hijos que viven bajo la sobreprotección de sus padres, son personas que además de las características anteriores, tienden a padecer de baja autoestima, poco o nulo reconocimiento de sus talentos y por consecuencia poca seguridad en sí mismos, frecuentemente padecen de culpas y algunos saben que sus padres se están equivocando en su manera de formarlos.
Existen razones por las cuales los padres actúan bajo la sobreprotección, algunas de estas razones pueden ser inconscientes y otras muy conscientes y que desafortunadamente en algunos casos no se trabaja a nivel emocional para evitarlo. Puede ser que los padres hayan tenido que entrar en la vida laboral desde muy jóvenes y eso hizo de ellos una percepción ante la juventud que implica dar lo que no tuvieron, posiblemente tuvieron un crecimiento con carencias económicas y en algunos casos afectiva, que incluso llevo a adquirir responsabilidades importantes que no debieron tener en esa edad, y por ello tratan de evitar en exceso que sus hijos pasen por lo mismo.
Otra causa importante es el sentir culpa, entre más culpa exista mayor sobreprotección tendrán. Algunas causas que provocan esta culpa es el no haber deseado a su hijo en algún momento previo o durante al embarazo; tener la creencia de que son malos padres, esto en ocasiones generado por la actitud de los hijos a causa de que los padres no cumplen al cien por ciento sus exigencias; otra causa es que tal vez ya no deseaban tener más hijos y quedaron embarazados, viviendo así con la incomodidad y rechazo; situaciones en las que deseaban cierto sexo en el bebé y resulto ser lo contrario, a su vez, rechazo porque se parece a alguien de la familia que los padres no quieren, e incluso, en este caso aplica para los padres divorciados en donde con la expareja hay inadecuada relación y el hijo resulta ser físicamente o en hábitos parecido; situaciones donde el hijo tiene alguna condición física o psíquica diferente e implica otra clase de cuidados, que no precisamente son la sobreprotección; también están las causas en las que los padres son sobreprotectores para que sus hijos hagan lo que ellos no pudieron hacer y a través de ellos cumplir sus sueños, no permitiendo que sus hijos encuentren y cumplan los propios.
Si bien es cierto que encontrar el punto exacto para poner límites y gratificar a los hijos es complicado, también es cierto que la clave para mejorar como padres es saber diferenciar entre las propias habilidades y recursos tanto emocionales como económicos y las de sus hijos, es tener las propias metas cumplidas, es comprender que padres e hijos son personas diferentes con los mismos recursos para desarrollar capacidades.
Lo que los hijos necesitan es orientación y espacio donde se les permita vivir sus propias consecuencias, teniendo la libertad y confianza para hacer y decidir, solo así desarrollarán su habilidad para saber hasta dónde se les complica y entonces sí pedir ayuda. Como padres es importante trabajar para evitar la ansiedad a la separación de los hijos y lograr la fortaleza para poder dar un “no” como respuesta, logrando así implementar y hacer valer las reglas de la casa para que a su vez sus hijos puedan implementarlas en su vida social, pues solo así formarán un adulto basado en la responsabilidad, autonomía, empatía, en tolerancia a la frustración, reflexión y diálogo. Enseñar a los hijos a vivir de acuerdo a su realidad es uno de los mejores regalos que como padres pueden otorgar.
Nos vemos pronto con más palabras democráticas para el placer y la conciencia.