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MIEDOS EN LA INFANCIA: Normalidad o consecuencia / Psic. Liz Gómez

Psic. Liz Gomez

Por Liz Gómez

El miedo por si solo es una emoción primaria en donde su principal función es alertar a las personas ante un peligro logrando despertar el sentido de supervivencia, sin embargo, cuando este miedo es desadaptativo, es decir, que no hay una causa real para tenerlo e impide las actividades rutinarias y paraliza a la persona, entonces se avecina un sufrimiento tanto para los niños como para los padres o tutores.

Cabe señalar que los miedos van cambiando conforme se va creciendo y por tanto, en ciertas etapas del desarrollo son “normales”, pues se va cambiando el objeto temido a medida que el niño crece y su aparato psíquico va madurando. Al igual que se desarrollan conforme se crece, de la misma manera los miedos van desapareciendo progresivamente, gracias a la adaptación y sentido de realidad cultivado en el niño. Pero es preciso mencionar que también se puede hablar de temores patológicos que pueden provocar en el peor de los escenarios un trastorno de ansiedad o fobias, las cuales necesitan atención profesional. Saber en qué momento es normal o patológico dependerá de la edad del niño, la causas de la situación temida y sus contextos, así como la intensidad en que se presenta.

Algunos de los síntomas que se deben revisar para identificar que un niño presenta miedo son: sudoraciones, temblores, nauseas, dolor de pecho, escalofríos, irrealidad del entorno o de él mismo, se eleva el ritmo cardiaco, tartamudea, se ponen sus músculos rígidos, aparecen tics, no controla esfínteres cuando el niño ya lo había hecho. En particular, estos síntomas se elevan cuando se le obliga al niño a permanecer en el lugar o contexto que le genera tal emoción.

Conforme el niño se va desarrollando aparecen distintos miedos “normales”, se les llama así porque la emoción es transitoria o momentánea, pero si la emoción permanece se puede convertir en un rasgo de personalidad que evidentemente generará incomodidad y desadaptación. Entre los más comunes están: en el año y los tres años se aumenta el miedo a la separación de los padres, a su vez se le agrega el temor hacia acompañantes extraños, estos pueden permanecer incluso hasta la adolescencia y la edad adulta, tomando la forma de timidez, también aparecen los miedos a pequeños animales y ruidos fuertes dado que son desconocidos para el niño; en la etapa del preescolar inicia el desarrollo cognitivo, con ello la imaginación, es por eso que inicia el miedo los monstruos, la oscuridad, los fantasmas, o algún personaje de alguna película o caricatura, aquí se genera el miedo a la mayoría de los animales que ya no son tan pequeños e incluso este temor puede permanecer en la adultez a manera de fobia; en la etapa de primaria y principios de secundaria, como ya se ha desarrollado una realidad más clara y objetiva, aparecen miedos más significativos tales como el daño físico, los temores médicos como a las inyecciones o ver sangre, temor hacia el fracaso escolar, a la crítica y preocupaciones en la relación con sus compañeros, miedo a la separación o divorcio de los padres, principalmente si existe un ambiente con rasgos de violencia en la familia, e incluso aparece el miedo a la muerte; en la adolescencia surge la preocupación a las amenazas por parte de otros niños de su edad y que ahora son valoradas con mayor intranquilidad, suelen también aparecer los miedos derivados del cambio de la imagen que al final de esta etapa empiezan a aparecer, también está el miedo al rendimiento personal, a los logros académicos y a que no se les reconozcan sus logros. Algunas de las causas de estos miedos son el que existan patrones de conducta predisponentes por parte de algunos familiares y por ello el niño lo adquiera, también los papás con propensión a ser miedosos e incluso que presentan algún trastorno de ansiedad suelen tener hijos con miedos o angustia, dado que se le está modelando un tipo de respuesta y comportamiento; otra causa es que se le otorgue información negativa sobre alguna situación o estímulo concreto, por ejemplo, “no agarres el perro porque te va a morder”; el aprendizaje directo como es el miedo a no poder respirar, situaciones de niños que tal vez han padecido problemas de asma o gripe por alguna alergia; miedos por condicionamiento, un ejemplo de ello es cuando un niño presencio un accidente y vio muchas patrullas, el niño cuando vea una patrulla en automático revivirá la experiencia desagradable; otras causa es el vivir experiencias importantes traumáticas, como tener malos tratos, peleas o situaciones que le impacten emocionalmente, por ejemplo, el fallecimiento de un ser querido.

Se puede observar que gran parte del desarrollo de los miedos en los niños depende de los padres o tutores, de cuanta seguridad otorguen al niño cuando se vive con miedo, al igual de cuanta tranquilad le proporcionan cuando le explican lo que desde la realidad sucede, descifrándoles al mismo tiempo la emoción que están sintiendo, tratando de no promover su fantasía negativa; se debe recordar que algunos miedos son simbólicos y representan a figuras significativas y los ambientes en los que los niños se desenvuelven. Siempre será importante evitar amenazas irracionales como “sino te duermes el roba niños vendrá por ti” “si te portas mal el coco te va a espantar”. Invariablemente será mejor explicar con palabras claras y simples la importancia de sentir cada emoción y quitarles la vergüenza de vivirla e incluso de reconocerla.

Vale la pena evitar que las personas de su entorno arrojen mensajes amenazadores, es necesario que el infante vaya integrando las diferentes emociones y el miedo forma parte natural desde la infancia hasta la vejez. Sin olvidar que siempre será favorable que estas emociones estén reguladas por el consejo y el acompañamiento asertivo de los padres.

Nos vemos pronto con más palabras democráticas para el placer y la conciencia.