Por Roberto Pantoja Arzola
Morelia, Mich.-En diversas ciudades del país, e incluso del extranjero, salieron ciudadanos a manifestarse en contra de lo que es conocido como el Plan B de la reforma en materia electoral que impulsó la Cuarta Transformación y que fue aprobada por el Congreso de la Unión, restando únicamente su promulgación por parte del ejecutivo federal.
Es innegable la cuantía de ciudadanos que lograron ser aglutinados por los opositores al gobierno del presidente López Obrador, pero también es inocultable el origen político de los convocantes y sus limitantes morales y éticas que representan sin duda alguna un dique que impone restricciones al futuro crecimiento de su organización y capacidad de convocatoria.
Tras bambalinas y sin el protagonismo del templete, pero aplaudiendo a los oradores y arengando sus consignas, se encontraban políticos como Fernando Belaunzarán, Guadalupe Acosta Naranjo, Roberto Madrazo; sin contar por supuesto el aliento que recibieron las manifestaciones de parte de personajes como Jesús Zambrano, Felipe Calderón y Marko Cortés.
La guerra de las cifras del número de asistentes a la marcha del zócalo, sobrevino apresuradamente al cierre de la manifestación; pero más allá de la lucha de los cuantos, el debate se valida también en el terreno cualitativo. Los 100 mil o 500 mil manifestantes lucen eclipsados por la sombra de la corrupción juzgada ya en el vecino país del norte hacia la cúpula calderonista representada por el ex secretario de seguridad pública, Genaro García Luna.
Los oradores del evento representaron al rostro oculto de esos personajes impresentables, pero son la reproducción de consignas que añoran el regreso al pasado de privilegios y la negación de una nueva realidad que vive el país, construida en la base de una mayoritaria manifestación ciudadana que llevó al actual gobierno al poder, con el mandato claro de acabar con la corrupción y los excesos de la burocracia dorada.
La legitima manifestación opositora da fuerza al argumento de que como nunca antes en la historia del país, la democracia tiene una vitalidad importante. Pese a la miseria moral de la derecha, sus liderazgos dejaron sentir sus argumentos en las plazas públicas sin ninguna cortapisa y han podido seguir organizando sus mermadas fuerzas sin limitante alguna.
Si los adversarios a la Cuarta Transformación han dicho que se vive en el país un régimen totalitario, lo cierto es que su presencia en las calles, le cierra el paso a esa idea.
Roberto Pantoja Arzola es titular de la Delegación de la Secretaría de Bienestar del Gobierno de México en el estado de Michoacán de Ocampo desde el 2018.
Del 2015 al 2018 se desempeñó como presidente del Comité Ejecutivo Estatal de Morena en Michoacán.
Abogado, egresado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) y Maestro en Docencia e Investigación por la Universidad Santander.