Por Malo
Si está usted está leyendo esta columna, seguramente es un honroso miembro de la vieja guardia. No afirmo que de plano es usted fusilero de élite de Napoleón; con el mote de vieja guardia me refiero a los lectores y periodistas que llevamos más de 25 años en el ajo; que trabajamos en análogo y ahora lo hacemos en formato digital. Los periodistas y lectores que llevamos años enfrascados en una larga charla a través de los medios impresos y ahora en las redes sociales y los portales de noticias mantenemos viva la tradición de leer. Leer para aprender a pensar, leer para aprender a respetar lo diferente, leer para gozar del cuento y la poesía, pero también de la información y el intercambio de opiniones; leer para filosofar mientras tomamos un buen café. Quien esté de acuerdo conmigo que levante su taza por favor.
Pues bien amigos, (la amistad como la ciudadanía no tiene sexo), el Ciudadano Común les da la bienvenida a este espacio de lectura y reflexión a la antigua, porque aunque disfrutemos de esta lectura en un medio digital, el placer de escribir y leer no se ha perdido. Se afirma que los medios tradicionales como la radio, la televisión y los periódicos, están acabados y que todo es redes sociales, chisme y cotorreo, nada más inexacto.
Para empezar, siempre ha existido la escases de público para los libros, los periódicos y las revistas. Desde que yo era niño… uuuuu…, ya se criticaba que el mexicano promedio no leía ni un libro al año; primero por el analfabetismo y la falta de dinero, después por la penetración y la comodidad de escuchar y ver en la radio y la televisión. Recuerdo que mi padre leía la revista Siempre y La Voz de Michoacán, además de poseer una rica biblioteca integrada por títulos diversos y variados géneros, también recuerdo que cada vez que me vio perdiendo el tiempo me mandó a leer.
Es cierto que las redes sociales tienen un gran público acostumbrado a los textos breves, las imágenes editadas que llamamos memes, los videos y la grabaciones de audio, pero se trata de un público que no lee medios tradicionales como páginas de noticas ni escucha o ve noticieros en TV o radio, es más, el público tradicional sigue en los medios tradicionales, sigue leyendo libros en el baño (o cualquier otro espacio privado), escuchando noticieros en la radio y ahora recurre a páginas de noticias y programas de opinión en medios digitales con periodistas reconocidos al frente de la conducción o la redacción.
Si la lógica no me falla, la mayoría de personas se sentirán atraídas por el chisme y la especulación antes que buscar la causa de sus problemas con la voluntad de resolverlos, eso indica que muchos van a preferir entrar a sus redes sociales a chismorrear en vez de ponerse a leer noticias y contrastarlas en varios medios para formarse una opinión razonada.
Bajo esa lógica, todo sigue en el mismo lugar que hace 30 años; la mayoría en el chisme, no importa el medio, puede ser en redes sociales, en un lavadero, tirado en la cama, o en redes sociales tirado en la cama… no intente hacerlo tirado en un lavadero a menos que el lavadero sea grande y usted sea pequeño… y por el amor de Dios no deje caer el celular en la pila del agua.
Volvamos a la lógica que indica que nada cambia en verdad y la mayoría seguirá en el chisme, y sólo un reducido grupo de personas preferirá que un periodista con nombre y apellidos le cuente las noticias. Resulta que es más fácil emitir juicios apresurados que elaborar un análisis racional.
Para emitir juicios apresurados, basta con que te cuenten un buen chisme en redes y en seguida reaccionar ante éste con lo primero que te venga a la mente. El periodismo es un ejercicio periódico de exposición al público, el periodista pone su nombre por delante y si comete algún error u omisión durante su ejercicio, debe presentar una fe de erratas. Si el error es intencional, el periodista perderá la credibilidad y no tardará en desaparecer de la misma forma en que surgió. El lector de medios de comunicación sabe distinguir lo falso de lo verdadero, al menos por intuición, así que no valora un medio por decirle la verdad, lo valora porque representa la verdad del grupo de interés al que pertenece tal medio.
Dicho en palabras vulgares, las cosas se toman de quien vienen. Si el medio de comunicación o el periodista que elegiste para adquirir información hace ver al Estado como la octava maravilla, ese medio está recibiendo un jugoso convenio de publicidad gubernamental, por lo tanto, es una buena referencia para saber qué te quiere hacer creer el gobierno. Por el contrario, si el medio o el periodista critica al gobierno y defiende las posturas de izquierda o de derecha, ese medio es patrocinado por la oposición.
Hay muy pocos medios independientes, los ha habido por periodos cortos y desaparecen o son absorbidos por las políticas de comunicación social oficiales. Lo que sí podemos encontrar son periodistas independientes que trabajan en medios de comunicación con distinta y variable filiación partidista. Periodistas que luchan al interior de los medios por defender el oficio de informar con imparcialidad y buscando siempre el ideal de la objetividad. Ese es el periodista que vale la pena seguir y leer, escuchar y ver, atender sus opiniones y confiar en que son producto de la mente de un ciudadano común, un ciudadano que es igual a otro ciudadano y merece más confianza que el ciudadano que se autoproclama representante o defensor del pueblo.
Siempre serán de mayor interés para el público las trivialidades de la política que los aspectos de fondo y los problemas que se deban resolver.
Sin importar la cantidad de lectores en esta columna, vamos a evitar el uso de los eufemismos tan de moda en el discurso autocomplaciente del político y ahora tan usados por el pueblo raso, que, dicho sea de paso, no ha entendido que los eufemismos sirven para engañar o al menos disfrazar la realidad con palabras dulces. Se replicó el discurso eufemístico tanto, que ahora es difícil escuchar la palabra problema en una discusión de los aspectos públicos (ahora solo hay temas), otra palabra eliminada prácticamente del discurso es difícil o grave que ha sido sustituida por el eufemístico, importante o complicado. Sí, ahora los problemas son temas y lo grave o difícil es importante o complicado. Hagamos un ejercicio. Si alguna persona tiene un problema grave de salud, esa persona, ¿tiene un tema importante de salud? o ¿está complicado por un tema de salud? Como que la segunda me suena más parecida a lo que se lee en redes sociales. Aquí no estamos en redes sociales, así que vamos a llamar al pan pan y al vino vino, sin eufemismos ni palabras de moda.
Hasta la próxima.