Por Roberto Pantoja Arzola
La ardua lucha por consolidar la soberanía energética en el país no es tema reciente, los esfuerzos del Gral. Lázaro Cárdenas, significaron la industrialización del país y la llegada de la dichosa modernidad. La expropiación de los bienes petroleros fue uno de los fenómenos más importantes para la historia del México moderno, siendo el primer país latinoamericano que logró nacionalizar su petróleo en 1938. Dicho proceso significó un hito para la política energética nacional.
Bajo la misma lógica de 1938, el proyecto de nación que dirige el presidente López Obrador busca consolidar la soberanía energética y posicionar al país en el mercado global de productos petrolíferos y sus derivados. Actualmente los números de petróleos mexicanos hablan por sí solos, el proceso de restructuración y fortalecimiento de PEMEX comienza a rendir frutos. La petrolera nacional que normalmente tiene números negativos en sus estados, reportó durante su primer trimestre del 2022, un rendimiento de 122.4 millones de pesos. Estamos hablando de una ganancia neta y de un rendimiento que se posiciona como el más alto en un primer trimestre desde 2011. El aumento de la demanda de hidrocarburos así como la posición del peso contra el dólar favorecen un clima ideal para que PEMEX reporte estos datos históricos en medio de la alza del petróleo a nivel global. Según Romero Oropeza, Director General de Petróleos Mexicanos, dicho repunte corresponde al aumento del precio de la mezcla mexicana, el incremento en la producción, la recuperación económica y por supuesto, la adquisición de la refinería de Deer Park.
A pesar de esto, la oposición, en su papel de traidora a la patria, celebra en el congreso una “victoria” al rechazar la reforma a la ley de la Industria Eléctrica. Un triunfo de papel, que desmorona poco a poco y con menor ventisca. La responsabilidad fiscal, las buenas finanzas y una de las mejores administraciones tributarias, golpean la narrativa derechosa que no hace más que descalificar hasta el parpadeo del gobierno de López Obrador. Con la compra de Deer Park llovían falacias y el desprestigio era latente. Ahora el desempeño habla por sí mismo. La compra de la refinería se finiquitó a mediados de enero de este año y representó durante su primer trimestre, un procesamiento de 282 mbd de crudo y una producción de 294 mbd de productos petrolíferos, de los cuales un 84% fueron destilados. A la par de que las refinerías de Tula, Salina Cruz, Salamanca, Minatitlán y Madero, también reportan mejores resultados en su promedio de producción de destilados (gasolinas, diésel y turbosina) lo que representa un incremento del 15% frente al primer trimestre del 2021. La producción de petrolíferos registra un crecimiento del 10% comparado con el primer trimestre del año anterior; se promedia un aproximado de 839 mbd.
La adhesión de la refinería de Deer Park, en Houston, Texas, se traduce como la configuración de un nuevo paradigma en materia energética nacional, dejando atrás el pasado neoliberal instaurado y consolidado en el periodo de Salinas de Gortari y replicado sistemáticamente en los posteriores sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto. Una estrategia neta de traición a la patria, donde se apostó por dejar de producir combustibles para vender el petróleo únicamente en crudo y adquirir sus derivados de productores extranjeros.
Al final de cuentas, el sector energético ha sido y seguirá siendo pilar en la economía de cualquier país. Las tarifas en su producción, así como en la producción de hidrocarburos específicamente serán elementos que repercutirán directamente en la alza de precios y así como en los estándares inflacionarios; hasta que no existan tecnologías capaces de dotar fuentes de energías ecológicas y estables; la única alternativa, hasta el momento, es apostar por la producción de éstas a través de los llamados hidrocarburos o alguna otra fuente ya probada. Por tanto, la política energética del país debe ir dirigida hacia una lógica de soberanía y autonomía.