Por Roberto Pantoja Arzola
Cuando se define a un sector económico como estratégico, esta conceptualización deriva de su anclaje con el conjunto de las actividades económicas y con el impacto que el desarrollo de este tiene sobre el resto de la economía. La banca y el sector financiero tiene este carácter derivado de que capta los recursos de los ahorros y los canaliza hacia la detonación de inversiones.
Debido a esta función primordial, es que el grado de generalización del uso de los instrumentos que ofrece la banca para captar ahorro y para ofrecerlo a los inversionistas y consumidores; es una buena medida para evaluar el grado de desarrollo de una economía. Diversos análisis señalan además una correlación importante entre lo que se conoce como la inclusión financiera y la reducción de la pobreza y las brechas de desigualdad en un país.
Derivado de lo anterior, resulta la pertinencia de la apuesta de la Cuarta Transformación por detonar una política pública que apueste por facilitar el acceso a la población a instrumentos financieros y bancarios en aquellas regiones del país y en los sectores de la población en los que la banca comercial no ha podido entrar, debido a la poca rentabilidad que esto representa o bien como producto de una excesiva aversión al riesgo.
De acuerdo con cifras del INEGI, para 2018, sólo el 21% de las empresas en México, con 6 o más empleados, contaron con algún tipo de financiamiento a través del sistema financiero y, de todas las empresas que recibieron algún tipo de crédito, apenas el 11% corresponde a las microempresas. Del mismo modo, estudios del Banco Mundial señalan que el 65% de los adultos mexicanos no tiene ningún tipo de cuenta bancaria y sólo 10% ahorra a través de una institución financiera, además de que el 83% de los adultos mexicanos no tiene acceso a sistemas electrónicos de pago.
La apertura de cuentas en el Banco del Bienestar por parte de la población beneficiaria de los programas que ha implementado el gobierno del presidente López Obrador, brinda una oportunidad extraordinaria para canalizar, junto a una transferencia de recursos, una ventana hacia la educación financiera y hacia el acceso de esta población a otros esquemas financieros que le acerquen ahorro e inversión.
El reto de abrir una oferta financiera pertinente a este sector excluido de los servicios financieros es impresionante, pero parece que el Banco del Bienestar está comenzando a ser el canal adecuado. En medio de una pandemia que contrajo la apertura de sucursales bancarias en casi la totalidad de las instituciones bancarias del país, el Banco del Bienestar apostó por desarrollar infraestructura en zonas alejadas del territorio nacional y al 2023 la cifra será de 2 mil 744 sucursales.
Una de las apuestas interesantes que podría capitalizar esta institución se encuentra en las remesas. El monto de las transferencias que hacen los connacionales residentes en el extranjero hacia el país sigue mostrando un dinamismo que ofrece jugosas ganancias a las llamadas remesadoras, que en algunos casos cobran comisiones exageradas y tipos de cambio leoninos a los paisanos; situaciones a las que el Banco del Bienestar podría hacer frente con algún producto innovador y económico.
Roberto Pantoja Arzola es titular de la Delegación de la Secretaría de Bienestar del Gobierno de México en el estado de Michoacán de Ocampo desde el 2018.
Del 2015 al 2018 se desempeñó como presidente del Comité Ejecutivo Estatal de Morena en Michoacán.
Abogado, egresado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) y Maestro en Docencia e Investigación por la Universidad Santander.