Por Liz Gómez
Te ha pasado que en el transcurso de la vida llega un punto en el que no le encuentras sentido, no encuentras tu rumbo y mucho menos sabes cómo encontrarlo, sino que por el contrario, te inundan ideas fatalistas llenas de desastre y desgracia hacia ti mismo. Eso es porque el sufrimiento es tu guía, el sufrimiento deja de serlo, en cierto modo, en cuanto le encuentras un sentido en beneficio propio o de algún otro, al final del día siempre hay algo bueno que rescatar. Mediante el amor, la persona que ama posibilita al ser amado la capacidad de reconocer sus potencialidades ocultas, es ahí donde esta el principio al sentido de vida, el amor, a lo que se hace, hacia el otro y por supuesto, hacia el propio ser.
El ser humano necesita sentir que ha logrado algo para poder ser reconocido, primero por sí mismo y comprender que aporta algo bueno a los demás, pero ¿qué no la simple existencia alegra a alguien que conocemos, y da la oportunidad de dejar el mundo un poco mejor de lo que lo encontramos, por principio, nuestro mundo inmediato? El asunto aquí es ¿a quién quieres parecerle importante? o ¿quién quieres que te reconozca, sino eres tú el primero en hacerlo? Ahí radica el problema de la falta de sentido de vida, pues se ha inculcado erróneamente que se es importantes si los demás así lo dicen, cuando realmente la autorrealización es personal, si sacas 10 en una materia ha sido por el esfuerzo propio, si terminas un grado académico es por tu dedicación, si obtienes algún reconocimiento laboral es por tu empeño, eso es solo tuyo, no logro del otro, claro que en el camino se ocupa de diversos apoyos, pero es responsabilidad individual hacer el uso correcto de ellos, sin olvidar la bandera de agradecimiento.
Si hablamos de un sentido de vida, ese, entonces se da por consecuencia de tu autorrealización, es decir, este llega cuando te sientes realizado por haber hecho una acción en particular, por saber recibir los reconocimientos y halagos de otros sea quien sea, no simplemente de la persona que esperas obtenerlos, y finalmente, por más absurdo que parezca, cuando el sufrimiento y frustración te da una razón para esforzarte. Es decir, la autorrealización es una condición individual necesaria para tener un sentido de vida, este segundo, cabe señalar que es de orden colectivo, donde te sabes como un ser social que sabe aportar y también recibir, donde sabes que en tu autorrealización, que aunque personal y cambiante en cada etapa de la vida, siempre habrá un otro beneficiado.
La salud emocional implica cierto grado de tensión interior, la tensión existente entre lo que has logrado y lo que te queda por conseguir, o la distancia entre lo que uno es y lo que debería llegar a ser, esta tensión es básica y necesaria en el ser humano, porque es el momento de autoevaluación y reajuste si es necesario, sin embargo, quienes no lo ven así, tienden a desvalorizarse porque su valor no está en sus metas (pues ni si quiera se las ha planteado tal vez), sino en la expectativa que los demás tienen hacia ellos, y eso es querer dar un sentido a la vida desde la perspectiva del otro y no desde la propia.
Diría Víctor Frankl que nada en el mundo ayuda a sobrevivir, aún en las peores condiciones, como la conciencia de que la vida esconde un sentido. Sin lugar a dudas, quien tiene un porqué para vivir puede soportar cualquier cómo y de ahí deriva la elección a la actitud personal ante diversas circunstancias en diversos momentos. Recuerda que únicamente desde la responsabilidad personal se puede contestar a las demandas que la vida te plantea en cada situación en particular.
Nos vemos pronto con más palabras democráticas para el placer y la conciencia.
Liz Gómez, psicóloga, psicoanalista
fiel creyente de que en la oscuridad es
donde encontrarás más luz y conciencia.
