Por Ar Mendoza
Era el lunes 28 de noviembre por la mañana, un día después de la marcha convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México; generalmente tengo la costumbre de despertar temprano y revisar el móvil para enterarme de las noticias, opiniones y comentarios en diversos sitios web. Siempre tratando de contrastar las fuentes informativas, teniendo en cuenta que no existen verdades absolutas.
El problema de la ‘democratización’ de los medios de comunicación es la sobreinformación, donde se ha llegado al punto en que la gente cree lo que quiere creer y percibe lo que quiere percibir. Al fin y al cabo, últimamente pareciera que solo se distingue la comentocracia dirigida y nada más…
La marcha del pasado domingo tuvo varios matices, sin embargo, uno de los más relevantes fue que existe una diferencia profunda entre los movimientos sociales y el clasismo emanado desde ciertos sectores conservadores que únicamente buscan privilegios individuales y no intereses colectivos.
‘Dime con quién andas y te diré quién eres’… decían las mamás cuando alguna mala amistad rondaba tu círculo social; algo que claramente aplica para contrastar la realidad que se vive en el actual panorama de la política mexicana. No es lo mismo una marcha convocada por quienes históricamente han sido dueños de las calles, que por aquellos que fomentan el clasismo y defienden a una minoría en búsqueda de la permanencia de los privilegios y los indultos de unos cuantos.
Cubriendo la marcha del domingo pasado, llamó mi atención una pequeña pancarta que portaba un hombre de edad avanzada, decía: “Yo soy acarreado de mi conciencia”, al verlo, un colega me comentó: ‘cuanta creatividad existe cuando hay una ideología firme de por medio´, ‘cuando se ha luchado por un cambio por pequeño que este sea’. Asentí con la cabeza y me quedé callado por un rato reflexionando sobre cómo algunos marchan porque la democracia sea lo que en teoría significa: darle el poder al pueblo y algunos desfilan porque la democracia sea darle el poder a unos cuantos privilegiados. La diferencia no recae en el discurso, sino en hechos sustentados por la historia.
Decidí titular a esta columna ‘el día después de la marcha’, porque seguramente la movilización convocada por Andrés Manuel López Obrador el pasado domingo, marcará un antes y un después en la historia de la política mexicana, sobre todo para el análisis y las conclusiones de cara al 2024, donde queda de manifiesto que la oposición poco o nada tiene que hacer en contra de la llamada cuarta transformación.
La oposición, más berrinchuda que propositiva; acusa acarreo en la marcha previa al cuarto informe del mandatario mexicano, pero pregunto, ¿Marko Cortés, Alito Moreno, Jesús Zambrano, Ricardo Anaya, Lilly Téllez o Silvano Aureoles habrían llenado el Zócalo, inclusive con un pago de por medio?… se pensaría difícil.
Y es que los personajes que abanderan un supuesto contrapeso a López Obrador y a su movimiento, nunca han tenido un arrastre social de magnitudes descomunales, porque lejos de la marcha del domingo pasado, el tabasqueño ya llenaba el Zócalo y sus inmediaciones antes de ser presidente, cosa que sería impensable para una ‘corcholata’ de la oposición, que pareciera estar más respaldada por el marketing, que por el arrastre social.
Siempre he pensado que las comparaciones son nefastas, pero es complicado no generar un parangón entre la movilización en defensa del INE y la marcha convocada por el presidente, teniendo en cuenta que esta última fue más larga y mantuvo presentes a millones de personas por más de seis horas, para culminar en el Zócalo, que, dicho sea de paso, no cualquiera puede llenarlo.
Seguramente la oposición carente de agenda y enfrascada en creer lo que quiere creer, tendrá una dura prueba el próximo año en el Estado de México previo a las elecciones para la sucesión presidencial.