Por Patricia Padrón
Dejar de lado el discurso y plantarse de frente al crimen organizado como lo hizo Silvano Aureoles Conejo en Aguililla muestra lo que hace un verdadero jefe de estado que, decidido a recuperar la zona, sabe que no será una tarea fácil.
Y lo hizo bajo la mirada entumida de la Federación, aún y cuando la delincuencia organizada es de su competencia, la estrategia nacional se basa en abrazos y no balazos.
Para muestra, la ausencia del Ejército y la Guardia Nacional en el despliegue de la Policía Michoacán en los 7 puntos donde el crimen organizado mantenía secuestradas las vías de comunicación y con esto, impedían a la población el satisfacer necesidades básicas como alimentación, medicamentos, educación y atención médica.
Como en otros tiempos, el encono hacia la autoridad estatal desde el Ejecutivo Federal deja en completo abandono y vulnerable a la población que también gobierna, y todo por mantener revanchas partidistas, olvidando que, al llegar al poder su obligación es con todos, indistintamente de filias y fobias.
La determinación de restablecer la gobernabilidad en Aguililla con toda la fuerza del Gobierno del Estado manda dos mensajes fuertes y claros dentro y fuera de Michoacán, el primero que Andrés Manuel López Obrador dejó solo a sus habitantes y dos, que a Aureoles Conejo no le va a temblar la mano para garantizar el Estado de Derecho.